El caso es que llegamos a la última semana de octubre y siento que me está
pasando lo mismo de todos los años.
Me paso el mes de octubre pensando que este año no me voy a apuntar al
NaNoWriMo. Que este año es distinto y tengo demasiado trabajo acumulado. Que
estoy haciendo la última corrección de “UNA VAMPIRA CON BRACKETS”, que trato de
promocionar a ratos “LA PROPOSICIÓN DE CAROLA” y, además, quiero
participar en el proceso para las correcciones y arreglos de edición que
Entrelíneas me ha planteado que podemos hacer para una nueva edición en formato
bolsillo. Que escribo este blog (y el de “Fabrica de ideas eden Txiki” también debería, pero ese lo he dejado un poco abandonado y casi solo
lo alimenta ya Ilia. Y eso por las noches, porque de 7`30 a 3 trabajo y a las
tardes tengo hijos, extraescolares y demás. Más que suficiente, yo creo.
Pero, conforme van pasando las semanas y el mes de octubre se acerca a su
fin, yo no dejo de pensar en el NaNoWriMo, en lo que disfruté los anteriores
años, en cómo me impulsó el escribir mis dos anteriores novelas, aunque luego
tuviera que dedicar muchos meses a terminarlas y corregirlas, pero ya había
constuído ahí un germen. Y en lo que me gustan los retos. Reconozco que hay
pocas cosas que me gusten más que retarme a mí misma.
Muchos de
vosotros os preguntaréis qué es el NaNoWriMo. Muy sencillo: empezó siendo el
National Novel Writing Month, lo que pasa es que conforme han ido celebrándose ediciones (este año 2015 se celebra la edición nº 17) ha dejado de ser
"Nacional" para convertirse en un reto mundial. Se calcula que el año
pasado se unieron al reto más de 300.000 personas de todos los continentes.
¿Y cual es ese reto
que mueve a tanta gente? Comprometerse a escribir. Pero no cualquier cosa. Al
menos 50.000 palabras en estos 30 días del mes de noviembre. ¿Complicado? Si.
Os puedo decir con conocimiento de causa que es complicado. Llevo ya dos años
haciéndolo. Como soy organizada, la primera vez calculé a qué me enfrentaba. Al
menos 1.666`66 palabras por día. Si calculamos que en cada folio solemos meter
unas 300 palabras, estamos hablando de 5 o 6 folios diarios. Posible. Eso si no
cuentas con esos días en los que te abandona la inspiración. Ni en esos ratos
en los que metes a los niños a la cama e, inmediatamente, te coloniza la pereza
y cualquier programa absurdo de la tele te parece una maravilla. Ni con esos
otros en los que los niños quieren mimos y amor. Ni con las cenas con las
amigas. Ni con los bajones producidos por el exceso de trabajo o por la
gripe... Vamos, que se me había olvidado contar con la vida. Pero la vida y sus
cosas están ahí.
Aun así, lo logré
las dos veces. Superé las 50.000 palabras. Algunos ratos con una cierta
sensación de estrés que no me gustó nada porque me hizo perder la parte que más
me gusta de escribir. Eso de disfrutar y evadirme.
Y, entonces, ¿por
qué estoy a final de mes pensando en que este año debería volverlo a intentar?
- Pues supongo que porque soy un poco masoca.
- Y porque creo que es la mejor manera para
disciplinarme en un momento en el que el exceso de obligaciones me está
haciendo que últimamente me vaya por los Cerros de Úbeda.
- Porque me hace avanzar, avanzar y avanzar
en una nueva historia sin pararme a pensar ni a plantearme si esta escrita
correctamente, ni si hay que cambiar algo. Todo eso ya vendrá después,
cuando me haya enamorado de mis nuevos personajes y su historia y me pueda permitir sacar a pasear e mi editora interior, esa que quiere orden y control desde el principio y, por eso me ralentiza mucho.
- Porque dedicaré un tiempo para mí. Al
haberme autoimpuesto este reto, me obligaré a escribir sin enredarme en
otros planes que me ocupan mucho tiempo.
- Y, sobre todo y lo más importante de
todo: porque este año lo voy a hacer acompañada. Ilia ha decidido celebrar
conmigo su propio MiniNaNoWriMo. Ella ha pensado que con 10 años, su límite puede
ser tratar de conseguir 2.500 o 3.000 palabras y pensar que voy a
enredarme con ella en esta nueva aventura me da ganas de saltar y bailar.
Eso si, decidido.
Este año la rigidez está definitivamente aparcada. No voy a agobiarme si algo
más importante (y, por supuesto, literario) se nos cruza en el camino y no me
deja avanzar al ritmo previsto. Dejaré que la vida me arrastre, al menos un
poquito. Mientras tanto, el 1 de noviembre, domingo casero, además, me armaré
con mi ordenador y con mis dedos dispuesta a teclear esas casi 1.700 palabras diarias,
con ganas de avanzar en esta nueva aventura y mirando como Ilia utiliza toda su
creatividad y también su disciplina para demostrarse a si misma que puede con
cualquier cosa que se proponga.
Comienza la
aventura. Os mantendremos informados.